miércoles, septiembre 23

Partir

 No recuerdo cómo fue cuando me fui de Antofagasta. No recuerdo la noche anterior, ese verano, lo que pensé cuando me despedía de mi abuela y de mis perros, o cuando dejaba el cuarto en el que había vivido durante casi toda mi vida.  No pensaba en que sería la última noche que dormiría en mi cama, el último desayuno junto a mi familia, o la última vez que saliera por esa puerta en mucho tiempo. Solo recuerdo las ganas que tenía de irme, de empezar de nuevo, de conocer la vida en Santiago y de viajar 18 horas en auto hacia la ciudad en la que siempre pensé que no querría vivir. Estaba emocionada por la inmensa cantidad de posibilidades que se abría ante mí, aunque una parte de mí sentía que no sería capaz de vivir sola en una ciudad en la que no conocía a nadie; sentía que era una oportunidad para conocer un mundo nuevo y quería aprender, mucho, de todo: de literatura, de la vida, de independencia. Mi papá me contó que mi mamá lloró todo el camino de vuelta a Antofagasta, las 18 horas en auto. Yo no recuerdo haber llorado, y durante el primer año no recuerdo tampoco haber extrañado tanto lo que había sido mi hogar durante todos esos años. 

Ahora, ocho años después, en la misma ciudad que entonces me recibió sin que yo siquiera pudiera imaginar todo lo que iba a vivir, me preparo para que mi novio se vaya a vivir a otro lado por ocho meses. Ahora soy yo la que se queda. Soy yo la que piensa que será la última vez que, mientras él probablemente no es consciente de que mañana será la última vez que duerma en la cama en que ha dormido durante los últimos siete años. Soy yo la que probablemente hará el camino de vuelta a mi casa, la media hora a pie, llorando a moco tendido detrás de la mascarilla y los lentes de sol. Y es él quien está emocionado ante la inmensa cantidad de posibilidades que comenzarán a abrirse en su camino. Me quedo aquí sabiendo que el fin de semana nuestros mundos habrán cambiado y que comienza una etapa de incertidumbre y novedades que no sé dónde nos llevarán, pero nos llevarán, de una u otra manera. Algo nuevo y maravilloso comenzará, y ahí estaremos; aunque ahora me dé pena, aunque sea difícil, seguiremos caminando juntos. Tal como sigo caminando junto a toda la gente que yo misma dejé hace ocho años. 

Por ahora, me quedo en nuestra cama por los próximos cinco meses, hasta que nuevamente me toque partir a mí. 

No hay comentarios: