lunes, marzo 12

#4

Sigo escuchando esa voz, después de todos estos años. Alguien dice mi nombre. A veces lejos, muy lejos, como si estuviera en otro país. En esos momentos me parece ver la silueta de quien me llama, apoyado en el alféizar de alguna ventana, o recargándose taciturno en la baranda de algún balcón. Otras veces la oigo muy cerca, casi a mi lado, desde la cocina o en mi cuarto. No veo ninguna silueta, pero aparece en mi cuerpo una sensación de calidez infinita, y me siento extrañamente cómoda; me parece sentir que ese es el lugar exacto en que debo estar. A veces la voz viene acompañada de un aroma que me recuerda a mi infancia, a una muñeca que le regalaron a mi madre cuando yo tenía cinco años. Era pequeña y vestía un traje rosado con un babero. Olía a jabón, un aroma cálido y ligeramente aterciopelado, un poco floral, con un toque de lavanda y de vainilla. Recuerdo cuando mi mamá la sacó de su cajita y la puso en un mueble, acariciándola un poco -en ese instante el aroma invadió la habitación, y volví más de una vez al cuarto solo para sentirlo. Cuando percibo ese aroma de nuevo me parece volver a tener cinco años, y mis recuerdos se mezclan con los colores amarillos del cuarto de mis padres y el calor de la ciudad. Esa voz es la que me lleva allí, a veces. No sé de quién es. No sé por qué me llama. Solo espero estar suficientemente atenta para reconocerla si alguna vez me llama de verdad.

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