lunes, septiembre 18
#60
Decidí que quiero contar historias -las que conozco, que me pasaron y recuerdo a la perfección, y las que están por pasar, que intuyo detrás de cada puerta que abro. Quedando cuarenta días de este desafío de escritura, y habiendo sobrevivido a dos meses de escribir a diario, creo que este es el momento en que finalmente decido la dirección que mis dedos quieren tomar al sentarse cada noche frente al cuaderno o la pantalla. Contar lo que sé, lo que imagino, lo que quiero que pase y lo que pasó. Como la historia de una niña de 15 años corriendo por las calles de una ciudad porteña intentando hacer de su vida una ficción, o el relato de una muerte metafórica que se repetiría una y otra vez durante diez años. Tengo tantas historias que contar que podría escribir un libro, y creo que lo haré. No son solo mías, eso sí. En el último mes he escuchado muchas otras de gente desconocida que nunca más volveré a ver, y que me permito recopilar a través de lo que mejor sé hacer y que no he querido reconocer hasta ahora, no sé por qué. Las palabras siempre fluyen desde mi cuerpo como si estuviera hecha de letras, como si mi alma fuera una frase sin fin. Mi error, hasta ahora, ha sido pensar que ellas son lo único que existe. Ahora sé que hay mucho más allá de ellas, y que están aquí para ayudarme a contar lo que no se ha dicho, como Teresa Wilms Montt -no apta para señoritas. Ya veremos qué pasa. A partir de mañana, se vienen cuarenta historias más.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario