miércoles, mayo 12

 Estas son las imágenes de mi adolescencia

el cielo nublado, casi lloviente

los árboles grandes, mullidos, expectantes

el pasto verdísimo 

la banca de madera a lo lejos

esperando el agua o las hojas que caen

el camino de tierra

que parece continuar al infinito

mis pasos resonando en las piedrecillas

-y a un lado el río

el sonido del viento sobre el agua

el reflejo de las casas al otro lado.

 

Estas son las imágenes que alguna vez quise

el bosque rodeándolo todo

las nubes espesas, oscuras, detrás de la colina

el canto incesante de los pájaros 

el silencio ininterrumpido en las noches

los colores adormecidos de las mañanas

la bruma bailando por las calles

descendiendo río abajo

atravesando el puente

llenándolo todo.

 

No hay nadie más aquí.

No hay música ni voces,

tampoco ruido de pasos.

Están, sí, mis pies, mis ojos, 

mis recuerdos -las vidas antiguas

que nunca viví.

 

La imagen de este pasado imaginado

se cierne sobre mis manos adoloridas,

que buscan volver a esas palabras de antes

cuando todo lo que queda ahora es

el sueño de un pasillo estrecho, blanquecino

la reja de metal sin cerrojo

y este bosque de mentira, mudo y ciego,

que tiende un puente entre lo imaginario y lo real

por el que mi cuerpo ya no puede cruzar. 

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