Estas son las imágenes de mi adolescencia
el cielo nublado, casi lloviente
los árboles grandes, mullidos, expectantes
el pasto verdísimo
la banca de madera a lo lejos
esperando el agua o las hojas que caen
el camino de tierra
que parece continuar al infinito
mis pasos resonando en las piedrecillas
-y a un lado el río
el sonido del viento sobre el agua
el reflejo de las casas al otro lado.
Estas son las imágenes que alguna vez quise
el bosque rodeándolo todo
las nubes espesas, oscuras, detrás de la colina
el canto incesante de los pájaros
el silencio ininterrumpido en las noches
los colores adormecidos de las mañanas
la bruma bailando por las calles
descendiendo río abajo
atravesando el puente
llenándolo todo.
No hay nadie más aquí.
No hay música ni voces,
tampoco ruido de pasos.
Están, sí, mis pies, mis ojos,
mis recuerdos -las vidas antiguas
que nunca viví.
La imagen de este pasado imaginado
se cierne sobre mis manos adoloridas,
que buscan volver a esas palabras de antes
cuando todo lo que queda ahora es
el sueño de un pasillo estrecho, blanquecino
la reja de metal sin cerrojo
y este bosque de mentira, mudo y ciego,
que tiende un puente entre lo imaginario y lo real
por el que mi cuerpo ya no puede cruzar.
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