sábado, junio 16

Hace mucho tiempo ya que no soy la adolescente de diecisiete años que escribía a la orilla del mar, perdida en un mundo donde el amor se homologaba al sufrimiento y valía la pena seguir allí aunque no te quisieran. He atravesado el dolor muchas veces, sabiendo que del otro lado me esperaba algo mejor, que todo estaría bien, que me tenía a mí, por sobre cualquier otra persona, y que era lo suficientemente fuerte para volver a salir a la superficie -como una flor de loto, como la que está en mi brazo. Ahora estoy segura de que no importa cuántas veces me quiebre(n), podré rearmarme y continuar más fuerte que antes. Morí una vez y luego resurgí desde el amor, y ahora amo incluso más que antes, con más pureza; un amor más genuino, más íntimo y espiritual. Me tambaleé una vez más y estoy aquí, recomponiéndome, recuperando el equilibrio, reubicando mis raíces, muy de a poco; a veces fallo, pero sé que todo estará bien, que el Sol soy yo y no otro, que esta es mi película y al final todo saldrá bien. Estoy segura de mí, de mi fuerza y mi corazón. ¿Qué es lo que me hace dudar, entonces? ¿El drama? ¿Los recuerdos? ¿La incertidumbre?


Al final, todo se reduce a descubrir quién es el objeto de escritura en tu blog a las 3 de la mañana.

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