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No supo  cuándo sucedió exactamente, pero de pronto se hallaba fuera de la casa y  todo lo que le había tomado tantos años conocer, sentada en una fría  sala de clases, sintiéndose agotada, vulnerable y somnolienta. Con poco  más de una década sobre los hombros, al menos podía decir con cierto  orgullo que ya tenía la certeza de que el mundo estaba recibiéndola con  los brazos abiertos, esperando el momento en que encontrara la puerta  semiabierta a la dimensión preparada para ella. Era fácil perderse en el  camino, ¡tantas distracciones existentes en el mundo contemporáneo!...  Lo cierto es que tal vez jamás sepa si acaso abrió la puerta  correspondiente, pero ¿cuál otra sino? Las palabras se arremolinaban  frente a sus ojos dejando espacio para su propio cuerpo, incitándola a  adentrarse en un mundo lleno de misterios, fantasías, realidades y  versos de terciopelo; sensaciones indescriptibles desde el lado de la  puerta que había decidido dejar atrás. Correspondiente o no, mientras  sus pasos resonaban junto al insistente murmullo de las palabras, y se  aferraba con ambas manos a ellas, comenzaba a comprender que una vez  dentro ya no había vuelta atrás.
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