sábado, septiembre 30
#71
Recuerdo la primera vez que me vi a mí misma. Tenía alrededor de veinte años, y caminaba de un lado a otro por mi cuarto, alistándome para ir no recuerdo dónde. De pronto me puse frente al espejo, buscando algo cerca de él, y fue como si hubiera chocado conmigo misma, con mi reflejo, con la joven que estaba allí frente a mí. Ahí estaba yo. Nunca me había mirado, realmente. Me vi pequeña pero fuerte, delgada, con rostro cansado pero invencible, media pálida pero con vida, las mejillas siempre sonrojadas, las pecas siempre ahí, abajo de las ojeras rojizas; los ojos café oscuro enmarcados por las cejas bien definidas y oscuras, igual que el pelo. Era yo. Era mi cuerpo, era mi alma a través de mis ojos y mi energía frente al espejo. Y en ese momento supe que podía contar conmigo. Supe que estaba allí, que siempre había estado allí, la única persona que necesitaba en mi vida, la que me devolvía la mirada medio sonriendo y medio triste a la vez. Supe que me quería. Que todo ese tiempo buscando afuera, en realidad había estado mirando en todos lados menos aquí mismo. Y desde ese día todo cambió. Y ahora vamos, vemos qué pasa, andamos, análogo, carretera, camino. Volamos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario