Hice este blog cuando tenía 13 años más o menos. Eso fue hace ya 15 años. Por aquí han pasado infinidad de amores, penas, ideas, sueños, alguno que otro review de libro, y todos los cambios posibles que una persona puede experimentar entre los 13 y los 28 años. Aquí hay cosas que me costó años dejar atrás, y otras que parece como si nunca hubieran existido. Evidentemente no soy la misma que era a los 13, nadie lo es en realidad. Recuerdo el tiempo que le dediqué a la imagen de la portada, a buscar el template perfecto, a las etiquetas, a todo. Este espacio siempre tendrá un lugar en mi corazón, pero es hora de empezar de nuevo. El retorno de Saturno se viene con todo.
domingo, julio 4
jueves, julio 1
Lass jetzt los
Siempre quedarán cosas pendientes, vidas que no se vivieron, caminos que no se tomaron. Siempre estará la sensación de que si hubiera habido más tiempo, si hubiera estado la posibilidad, habríamos hecho tantísimas cosas más: viajar por el norte, vivir juntos en París, caminar por los bosques del sur, atravesar la carretera austral, y muchos otros sueños más que nos fuimos creando en el camino. Siempre estará la duda de qué hubiera pasado si lo hubiéramos intentado, si yo no me hubiera ido, o si me hubiera ido antes, si hubiéramos persistido -pero lo único cierto es que no fue así, no es así y no lo será. Y está bien.
Este amor no se transforma en odio, al fin, y podemos estar en paz con las decisiones que hemos tomado y que nos han traído hasta acá. Hago una instantánea de lo que siento y la guardo en una cajita, sin resentimiento, sin arrepentimientos, y agradezco al mundo por habernos permitido compartir camino por un tiempo. Pronto terminaré acostumbrándome a la idea de que no volveremos a compartir nuestras vidas, que no haremos lo que queríamos, que la vida que me espera en Chile no es la misma que dejé porque ya no estás tú en ella. Y eso también está bien. Así es la vida. El duelo eventualmente termina. El llanto también eventualmente termina. Y el dolor en el pecho se atenúa cada día un poco más hasta transformarse en un pinchazo casi imperceptible, y luego en una sonrisa al recordar lo que fue una bonita historia de amor. Y luego el renacer, que cada vez es más hermoso y más fuerte. Vielen Danke. Lass jetzt los.
domingo, junio 27
Breve comentario sobre la vida académica
Amo la literatura. Esto es algo que sé sobre mí desde que tengo diez años y sé que no va a cambiar. Hace diez años, también, que he dedicado mi vida a estudiar, analizar e investigar la literatura, aunque eso no se parezca -no siempre, no del todo- al amor por ella. Ahora que estoy terminando mi Magister, en pleno proceso de preparación de la defensa de mi tesis, necesito hacer un alto en mi trabajo y escribir sobre todo lo que la literatura me hace sentir en este momento, desde este amor profundo que me ha llevado hasta aquí, hasta el odio, la ansiedad y la inseguridad que a veces surgen desde ella en el contexto de la academia o de la universidad. Soy consciente que todas las decisiones que he tomado en mi vida académica me han llevado hasta aquí: terminar la licenciatura, estudiar la pedagogía, empezar un magister, dedicarme dos años a enseñar en colegio, terminar mi tesis en Alemania. No me arrepiento de ninguna de mis decisiones, porque me gusta mi trabajo, me gusta lo que he hecho, me gustan mucho los temas que he investigado y que he ido delimitando como mis áreas de investigación. Sin embargo, lo que no me gusta es lo que este régimen me hace sentir, y es por eso que he decidido dejar de estudiar hasta nuevo aviso después de terminar este proceso. En los últimos tres años de mi vida cada trabajo final, cada entrega de tesis, cada avance, ha estado acompañado de una ansiedad e inseguridad tremendas que me llevan a trabajar en un estado de autodestrucción que a estas alturas ya es hora de que reconozca. En cada entrega, y en este caso en la preparación de la defensa, mi cuerpo y mente solo son trabajo, solo son tesis, solo son texto, presentación, reflexión; dejo de comer, casi dejo de dormir, y no pienso en nada más que eso. No ayuda mucho, además, que gran parte de estos procesos estén acompañados curiosamente por procesos de duelo personal -términos de relaciones, estados depresivos, encierros. ¿Se supone que tiene que ser así? ¿Se supone que tiene que doler y dañar de esta manera? Yo creo que no, pero la verdad es que todos estos años el mundo a mi alrededor ha parecido estar convencido de que sí: que los trabajos se logran no durmiendo, que todo se hace a última hora, que si no sufriste por la tesis entonces no es tan importante, no es tan fuerte. De nuevo, yo creo que no. Hay algo tóxico en el ambiente universitario que en un principio, cuando era niña, no quería ver, y que ahora está más claro que nunca ante mis ojos. La universidad, la misma que tramita todo en exceso, la misma que siempre parece complicarlo todo porque sí, la misma que no te paga los sueldos cuando realmente trabajas para ella, te exige, sin embargo, rapidez, condensación, síntesis, hazlo rápido porque detrás tuyo vienen diez personas más que están exactamente en la misma situación que tú. Supongo que es un problema de la educación chilena en sí, pero todos queremos creer que la universidad es distinta, que la UCH es anti neoliberalismo, anti sociedad del cansancio, porque todos criticamos estos regímenes en nuestras tesis y proyectos, pero no es así.
Amo la literatura y siempre la voy a amar. Quisiera dedicar mi vida a leer libros, hablar sobre ellos, analizarlos, proponer lecturas. Pero creo que era más feliz trabajando en una librería que haciendo un magister. Era más feliz escribiendo una ponencia para un congreso que haciendo una tesis. Y en este momento de mi vida necesito inclinarme por lo que realmente me hace feliz.
miércoles, junio 23
I want to give up
I want to quit everything and stay in bed until I'm forty
What if I already did everything I was supposed to do?
What if I already fell in love,
wrote a book
traveled the world
had a pet
learned a new language
met a new culture
lived in a different country?
What if I don't want to do this anymore?
What if I have the strength
but I don't want to have it?
What if I don't want to put my energy into this?
What if tranquility means death?
miércoles, mayo 12
Estas son las imágenes de mi adolescencia
el cielo nublado, casi lloviente
los árboles grandes, mullidos, expectantes
el pasto verdísimo
la banca de madera a lo lejos
esperando el agua o las hojas que caen
el camino de tierra
que parece continuar al infinito
mis pasos resonando en las piedrecillas
-y a un lado el río
el sonido del viento sobre el agua
el reflejo de las casas al otro lado.
Estas son las imágenes que alguna vez quise
el bosque rodeándolo todo
las nubes espesas, oscuras, detrás de la colina
el canto incesante de los pájaros
el silencio ininterrumpido en las noches
los colores adormecidos de las mañanas
la bruma bailando por las calles
descendiendo río abajo
atravesando el puente
llenándolo todo.
No hay nadie más aquí.
No hay música ni voces,
tampoco ruido de pasos.
Están, sí, mis pies, mis ojos,
mis recuerdos -las vidas antiguas
que nunca viví.
La imagen de este pasado imaginado
se cierne sobre mis manos adoloridas,
que buscan volver a esas palabras de antes
cuando todo lo que queda ahora es
el sueño de un pasillo estrecho, blanquecino
la reja de metal sin cerrojo
y este bosque de mentira, mudo y ciego,
que tiende un puente entre lo imaginario y lo real
por el que mi cuerpo ya no puede cruzar.
jueves, abril 29
Gente normal, Sally Rooney
domingo, octubre 18
Hace un año
Hace un año, a esta hora más o menos, salía del colegio con un oso de peluche gigante apretujado en una bolsa de tela de una compañera. Afuera estaban los pacos de todos los días, de toda la semana, y mis estudiantes merodeaban por la Alameda preparándose para la última evasión de la semana. Mientras me encaminaba hacia Moneda pensé que algo raro estaba pasando, que la cantidad de pacos en las calles no era normal, que el cierre de las estaciones tampoco lo era, que la rabia en los gritos de la gente en los alrededores del metro no era la de siempre. Me fui a mi casa sentada en un tren casi vacío de la línea 3, mirando por Twitter lo que estaba pasando. No entendía muy bien, pero tenía una sensación extraña, algo que se estaba gestando desde una conversación con mis compañeras ese mismo día lunes, sobre los cambios, los procesos históricos, los grandes momentos que marcan un antes y un después para la humanidad. No sabía que ese día todo cambiaría. Poco a poco todo se fue poniendo más turbio y fui sintiendo un miedo que nunca antes había sentido. Cuando declararon el toque de queda sentí que el mundo se venía abajo, que todo había perdido sentido y que de pronto me había metido a una realidad alterna idéntica a mis libros chilenos favoritos. Ya no estaba en Macul, estaba en Mapocho, la novela de la Nona, mi favorita, la que leí al menos tres veces impactada por la crueldad de los hechos, impactada porque todo eso había pasado, pero siempre desde la seguridad de un presente que, sabía (o pensaba que sabía) nunca volvería a repetir eso. Estuve más de una semana aterrada. No lograba asimilar el toque de queda a las 6, los milicos adolescentes, siempre potenciales estudiantes míos, con fusiles del porte de la mitad de su cuerpo, parados en la esquina de mi casa, llevándose a una niña que no alcanzó a entrar al condominio a la hora. Hasta ahora no logro asimilar todo eso. Creo que lloré todos los días por casi dos semanas, en una mezcla de miedo, alegría, éxtasis, terror, desesperación. Cuántas veces antes que ésta no pensé que Chile era un país de mierda que todos los días se burlaba de nosotros. Cuántas veces antes del 18 de octubre no pensé que a todos mis compañeros de colegio nos habían vendido la idea de una vida que era inaccesible para nosotros, que vivíamos en un sistema que nos drenaba la vida poco a poco -pero nunca pensé que se podía hacer algo, que se podía reclamar, que se podía gritar, y correr, y llorar, y quemar. Me criaron para quedarme callada y no hablar ni de política ni de religión, sobre todo cuando mi política y mi religión no eran la de ellos. Y ahora el país entero estaba gritando, vociferando, rugiendo contra esa política que durante décadas nos había tenido a todos sometidos. No sabía que se podía hacer eso, pero sí sabía, con creces, de lo que ellos eran capaces. Aún ahora, un año después, siento ese miedo subiendo desde mi guata y recuerdo todos los pasajes de los cientos de libros y textos que he leído en los últimos cuatro años sobre la dictadura, la violación de los derechos humanos, lo tremendo, la violencia, la biopolítica... y aún temo, porque sé que no les importa, sé lo que pueden hacer, sé que una vida menos es lo de menos para ellos, sé que para defender lo que consideran su patria harían lo indecible de nuevo. Eso es lo tremendo. Ese es el miedo. Eso es lo inasimilable. Eso es algo que nunca podré escribir ni decir. Los cuerpos, el río, la sangre, el mar, las desapariciones, la aniquilación, las vidas que no importan, las torturas. Ahora todos lo saben. Ha pasado un año y todos lo saben, y el ímpetu sigue ahí; el fuego sigue ahí más vivo quizás que en ese octubre. Fueron ustedes quienes lo encendieron todo y, a pesar del miedo que aún tengo, sé que todo, eventualmente, terminará de quemarse para volver a nacer. Y que todos nosotros volveremos a nacer también.